Hay un árbol frente a mi habitación, me toca verlo
todos los días y lamento no observarlo todos los días. Le agradezco porque es
un muy buen estimulante para mis pensamientos, reflexiones y melancolías, entre
mis top cuatro de escenarios ideales para cavilar, entre los cuales se
encuentran también el caminar por las calles, el estar sentado en el trono o simplemente
ver las estrellas. Este último con el clima imperante en mi medio se torna
complejo.
Pero desvarío, vuelvo con el árbol que se aprecia
desde mi ventana y mi balcón. Lo veo cuando estoy acostado en mi cama, (otro
buen lugar para pensar que se me escapo mencionar) lo veo desde mi escritorio,
lo veo cuando la puerta del balcón está abierta porque así lo prefiere mi Madre
a pesar de los vampiros diminutos. Lo veo esporádicamente cuando leo un libro y
clavo mi vista perdida en él mientras mi mente monta el escenario que el
escritor me propone en esas letras que sostienen mis manos. En fin, lo veo y él
me ve a mí.
Lo he contemplado frondoso, lleno de hojas de un
verde oscuro intenso, recibiendo el alimento fortísimo del sol, tomando un aura
sublime, se ve hermoso, digno de odas, y lo he visto mas esplendido con un color castaño en sus hojas superiores. Con cerrar un poco los ojos y hacer que la
vista se vuelva un tanto borrosa, casi se puede percibir el rostro de una
seductora napea con sus cabellos colochos sobre una cara apaciguada y nostálgica.
También lo he
visto oscuro; sin ninguna tan sola hoja en sus ramas, tétrico, perfecta
decoración para una vivienda encantada. Lo he mirado turbado bajo un cielo gris
y pesado, de esos que influyen en los comportamientos de las gentes. También me
ha tocado verlo bajo la tormenta en la noche, tiende a desaparecer hasta que
los rayos lo regresan a su lugar, pero su rebeldía nocturna-lluviosa hace muy
breve su presencia.
Por lo tanto, lo he visto en buenos, malos, mejores
y peores momentos, en sus alegrías y penurias, con una belleza total y con terrorífica
apariencia. Y él también a mí, desde donde él esta tiene un muy buen marco de
mi vida, él también me ha observado en mis buenos, malos, mejores y peores
momentos, hermoso y deplorable, bajo el intenso sol de mi tiempo, con mis frutos
que endulzan mi vida y también en medio de la tormenta, sin hojas, vulnerable
con rayos a mi alrededor que intentan desestabilizar mas mis difíciles momentos.
Ese árbol se puede considerar mi espejo natural, en el cual diariamente me veo
y sin embargo olvido observar, misma situación que pasa curiosamente con el
espejo normal.
Ese árbol ha compartido conmigo sus tiempos y
viceversa, así como aquel que me acompaño en mi niñez y que cada cuanto nos compartía
mangos a mí y a mi familia, quienes encontrábamos unión cuando lo necesitábamos
aunque sea al devorar ese fruto. Ese mismo amigo de la infancia que tiempo
después me entere que su tronco fue derribado llevándose consigo sus ramas y
frutos, emulando quizá la vida que una vez tuve y que ahora solo es parte del
pasado. Lástima que mi amigo de la infancia, lo que queda de él, no pueda
recordar su magno pasado.
Y en cuanto al árbol
amigo que tengo ahora, espero tampoco que en el futuro, me entere de su
derribamiento, ojalá nunca exista tal muerte para él por lo pronto, y yo vaya a
sentir ese pesar, que sentí con el que vivía de chico, ese pesar que estoy
seguro que este árbol sentiría si yo llegase a irme primero que él.
0 comentarios:
Publicar un comentario