domingo, 16 de febrero de 2014

Mi espejo natural

Hay un árbol frente a mi habitación, me toca verlo todos los días y lamento no observarlo todos los días. Le agradezco porque es un muy buen estimulante para mis pensamientos, reflexiones y melancolías, entre mis top cuatro de escenarios ideales para cavilar, entre los cuales se encuentran también el caminar por las calles, el estar sentado en el trono o simplemente ver las estrellas. Este último con el clima imperante en mi medio se torna complejo.

Pero desvarío, vuelvo con el árbol que se aprecia desde mi ventana y mi balcón. Lo veo cuando estoy acostado en mi cama, (otro buen lugar para pensar que se me escapo mencionar) lo veo desde mi escritorio, lo veo cuando la puerta del balcón está abierta porque así lo prefiere mi Madre a pesar de los vampiros diminutos. Lo veo esporádicamente cuando leo un libro y clavo mi vista perdida en él mientras mi mente monta el escenario que el escritor me propone en esas letras que sostienen mis manos. En fin, lo veo y él me ve a mí.
Lo he contemplado frondoso, lleno de hojas de un verde oscuro intenso, recibiendo el alimento fortísimo del sol, tomando un aura sublime, se ve hermoso, digno de odas, y lo he visto mas esplendido con un color castaño en sus hojas superiores. Con cerrar un poco los ojos y hacer que la vista se vuelva un tanto borrosa, casi se puede percibir el rostro de una seductora napea con sus cabellos colochos sobre una cara apaciguada y nostálgica.

 También lo he visto oscuro; sin ninguna tan sola hoja en sus ramas, tétrico, perfecta decoración para una vivienda encantada. Lo he mirado turbado bajo un cielo gris y pesado, de esos que influyen en los comportamientos de las gentes. También me ha tocado verlo bajo la tormenta en la noche, tiende a desaparecer hasta que los rayos lo regresan a su lugar, pero su rebeldía nocturna-lluviosa hace muy breve su presencia.

Por lo tanto, lo he visto en buenos, malos, mejores y peores momentos, en sus alegrías y penurias, con una belleza total y con terrorífica apariencia. Y él también a mí, desde donde él esta tiene un muy buen marco de mi vida, él también me ha observado en mis buenos, malos, mejores y peores momentos, hermoso y deplorable, bajo el intenso sol de mi tiempo, con mis frutos que endulzan mi vida y también en medio de la tormenta, sin hojas, vulnerable con rayos a mi alrededor que intentan desestabilizar mas mis difíciles momentos. Ese árbol se puede considerar mi espejo natural, en el cual diariamente me veo y sin embargo olvido observar, misma situación que pasa curiosamente con el espejo normal.

Ese árbol ha compartido conmigo sus tiempos y viceversa, así como aquel que me acompaño en mi niñez y que cada cuanto nos compartía mangos a mí y a mi familia, quienes encontrábamos unión cuando lo necesitábamos aunque sea al devorar ese fruto. Ese mismo amigo de la infancia que tiempo después me entere que su tronco fue derribado llevándose consigo sus ramas y frutos, emulando quizá la vida que una vez tuve y que ahora solo es parte del pasado. Lástima que mi amigo de la infancia, lo que queda de él, no pueda recordar su magno pasado.

Y en cuanto al árbol amigo que tengo ahora, espero tampoco que en el futuro, me entere de su derribamiento, ojalá nunca exista tal muerte para él por lo pronto, y yo vaya a sentir ese pesar, que sentí con el que vivía de chico, ese pesar que estoy seguro que este árbol sentiría si yo llegase a irme primero que él.  

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