Juan regresaba de la
biblioteca creyendo que podría mantener su mente ocupada al leer un libro de historia
durante el fatídico mes de febrero. Fue hace un año nada mas cuando vivió una
tortura gigantesca en su corazón de joven; que se ilusionaba con amores fantásticos
de esos que solo reproduce el subconsciente en sueños tan hermosos donde el
despertar se convierte en la mayor decepción.
Algo no andaba bien cuando
llego al parque. No había absolutamente nadie, esto le preocupo, empero, no
sintió temor y menos cuando soplo el más agradable de los vientos, que acaricio
su cara con ternura.
De repente escucho un ruido
proveniente desde el centro del parque, un silbido melódico y atrayente. Se
dirigió hacia el roble situado en medio de aquel verdoso jardín. Juan se
lamentó de haber pasado tantas veces ignorando aquella belleza natural.
El silbido de nuevo, la
persona debía de estar detrás del árbol. Al acercarse, Juan noto un contorno de
corazón dibujado en el roble, al observarlo detenidamente, se dio cuenta que
era un corazón roto.
-Algún desafortunado como
yo- se dijo así mismo soltando una risa irónica.
Al palpar el grabado, el
corazón se abrió dejando ver el interior del roble.
-Por fin llegaste hoy si
estamos completos, Gustavo puedes comenzar tu relato- dijo un tipo de espalda
robusta sentado en el suelo a la derecha de quien seguramente era Gustavo, y a
la izquierda de él dos chicas formaban un circulo.
-¿Dónde estoy?- pregunto
Juan con cara sumamente confusa, mientras cruzaba el umbral del misterioso interior del roble.
-Tú siéntate, ya te tocara
contar tus penas de Día de San Valentín- dijo con amabilidad el tipo. Juan hizo
caso con el ceño fruncido, se sentó entre Gustavo y una de las jóvenes, ellos
estaban también algo aturdidos, y en esa atmosfera absurda Gustavo comenzó a relatar su
historia.
Continuara
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