Tengo una amiga, y no, no me enamore de ella, pero ella fue quien
me la presento...
La notaban mis ojos cada cuanto, y como no hacerlo, todos en mi
colegio lo hacían incluyendo las chicas, para envidiarla, claro está, o bueno
al menos eso creo.
La conocí en invierno, la miraba diariamente y fue hasta cuando ya
no lo hacía, ósea en vacaciones, que comenzamos a hablar gracias a mi amiga.
Era demasiado hermosa para que mi mente llena de complejos llegará a pensar que
algo pudiera surgir entre los dos. Pero a veces el destino te sorprende, o
mejor dicho, te juega una cruel broma.
-le gustas- era el mensaje por la red social. Me sorprendí, claro
que si, a una diosa le gustaba un pobre diablo. Me costaba explicarlo, termine
por concluir que simplemente soy un buen tipo, tesis que contradecía
enormemente la realidad de los buenos tipos, que como dicen por ahí,
solemos ser los últimos, o veces ni eso.
En los momentos en que creí ser su futura pareja, en que nos
encariñábamos de la forma más cursi, en ese absurdo e iluso intervalo, no nos
vimos, y la espera a entrar de nuevo a la secundaría nunca fue tan impaciente.
Yo deseaba tomarla de la mano, besarla, y verle los ojos al hablar con ella o
nada mas estar a su lado, el más autentico amor (ilusión) de adolescente.
Y bueno, en medio de la incertidumbre provocada por un hecho
extraño en la red social; en la cual ella decidió poner el estado de
comprometida conmigo, y al segundo día lo removió porque, según mi amiga, no
era prudente que el ex novio lo mirara, ya que habían terminado recientemente,
en medio de eso, llego el inicio de clases.
Soledad: No habían terminado seguramente. Si no, ¿por qué quitar
el estado?
Exacto, pero ella me dijo que si lo habían hecho, y yo le creí, y
termino siendo verdad, sin embargo esa semana ella fue demasiado voluble, que
hacía sospechar. Los dos primeros días fueron de ensueño, recreos con ella,
manos juntas, ante la sorpresa de muchos, y no era para menos. Era, y no
miento, porque ya no lo es, la chava más hermosa en el colegio, porque siempre
hay una.
Y los últimos día de esa semana, antes del 14, se volvió
indiferente (como odio la indiferencia de la mujer), incomoda al estar conmigo.
Cuando la solicitaba, mandaba a decir cualquier increíble excusa, mi amiga
decía: “ella es así”, y eso me molestaba en demasía. Pero estaba loco por ella,
mi disposición por seguir con esa enfermiza relación (si se le podía llamar
relación) era estúpidamente grandísima. A tal punto que el dichoso día llego y
pensé que era perfecto para recuperar lo que no estaba seguro si había perdido,
o si había poseído, ya que me que me había quedado satisfecho (ciegamente)
con la teoría de mi amiga "ella es así". En fin, aproveche la
patética venta de cartas de amor, cortesía de los estafadores de ultimo año,
mal hechas, simple, pero era lo único que pude conseguir por mi siempre
precaria economía de colegiado. También una rosa, para variar un poco.
(Los
demás rieron un poco)
Entonces baje al finalizar las clases,
rápidamente para buscarla, iba excitado, ilusionado, de que el cariño tan fugaz
que tuvimos, volviera. Rosa en la mano derecha, carta en la izquierda, llegue
al patio del colegio, mis ojos la buscaban frenéticamente, de repente vi a su “ex
novio”, mirándome con ojos furiosos, a su lado, ella, mirándome con ojos
preocupados. Sentí que una piedra gigantesca se había estancado entre mi
garganta y la boca del estomago, y con esa piedra pase junto a ellos, me
subí al autobús con la rosa y la carta ante las miradas de lastima de mis
compañeros, que solo se comparan con las que tiene uno al ver a un perro con la
pata fracturada. Llegue a mi casa y mi amiga me llamo para dar una explicación
que por supuesto no creí, y esa fue la segunda desilusión y a la larga la que dolió
mas; que mi amiga tratara de defenderla a ella después de haberme ensartado un
cuchillo. Dos muy buenas razones para odiar este maldito día. Con el tiempo
perdone a mi amiga sin decírselo, pues soy malo para ser resentido, es parte de
mi inseguridad y poco querer a mí ser.
Encendiendo un cigarrillo, con un gesto de manos y ojos aguados dio a entender que no hablaría más.
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