martes, 7 de enero de 2014

¡Solo hay frijoles hombre!

Doña Socorro lavaba la ropa de Don Marín, una camisa roja y pantalón de tela negro, se había convertido en su uniforme los últimos cuatro años. Eran las mismas prendas todos los días, el uniforme de escuela de su hijo, manchado de lodo, y en su cuballera blanca tatuada de varias circunferencias con pequeños octágonos dentro. “A este muchacho solo de portero lo ponen.”

Y en esa monotonía se fue enero, Don Marín llegando a la casa solo para preguntar ¿Qué hay de comer? Y Doña Socorro para responder: Huevos, plátano, tortilla y frijoles.

“Creo que tengo el estomago más aburrido, pero ni modo” pensaba Don Marín, que llegaba preocupado porque en cualquier  momento podría recibir la noticia indeseada,  y eso constituía una tortura mental constante.  Diariamente, sentado en una silla de catre en frente de su casa,  después de un día tedioso en un trabajo realmente explotador, temía que el teléfono de la casa sonara en cualquier momento como la trompeta que anuncia un apocalipsis tenebroso para los pecadores sin redención. “Porque es seguro que van a llamar si me corren,  esos no van a dar la cara para decirme algo así” se decía con actitud de resignación y amargura.

Llego febrero y él sabía que iba a suceder, y el hecho que no se lo dijeran de una vez por todas lo ponían más nervioso, lo volvía loco porque llegaba a esperanzarse de que al final no le quitaran su trabajo, pero era una esperanza dañina, era mejor no tenerla. “Pero es seguro que me voy, si me quedara ya me lo hubieran notificado.”

-¿Y porque no les preguntas hombre? Interrogaba doña Socorro al verlo cavilar como una persona estreñida en el trono de porcelana.

 -¡Y por qué crees! Si vos fueras en un carro sin frenos, hacia un barranco, no acelerarías, apretarías el freno desesperadamente, creyendo que quizá, por milagro o por a saber qué otra cosa de esas que creen en tu pueblo, llegara a funcionar. Mejor decime ¿qué hay de comer?

-Huevos, tortillas y frijoles.-

 “Va, en vez de hacer otro platillo, le quita el plátano al de siempre, pero mejor no digo nada, quizá está ahorrando, este sueldo que recibí podría ser el ultimo.

El calor de marzo se hacía presente, y don Marín, luego de recibir la muerte tácitamente anunciada en forma de  sobre que se deslizó debajo de su puerta como un cuchillo que asesina ensartándose en la boca del estomago, decidió ir al bar Tito Aguacate (infierno preferido de desempleados) lugar donde se emborracho  con lo más barato que pudo conseguir, un bote de agua ardiente que  se sentía como el vivo fuego del infierno antes mencionado, se lo tomo como con sed de hombre perdido en el desierto, puro, sin disfrazarlo, tratando de representar la dura y fuerte realidad que había golpeado su vida en los últimos meses, y gritaba -¡Yo pensando que me iban a llamar con el teléfono cortado, JA JA JA, igual no dieron la cara, ¡Cobardes! ¡Cobardes!

 Con ayuda de uno de esos amigos que siempre se encuentran en esos lugares, el borracho llego a su casa. Doña Socorro lo llevo hasta el sofá y lo acostó  quedando sumido en un sueño que Don Marín hubiera deseado que fuera eterno en esos días. –Que flaco estas Rogelio-dijo doña Socorro-  ya días no  te miraba.

-Si hombre-respondió el amigo- es que solo tortillas con sal como ahora.

-No tienen con qué comer, pero  si con que beber ¡Semejantes pen!… - se vio interrumpida por un ronquido parecido a un rugir de león con problemas de ira.

 -¿queres comer?- pregunto de forma prepotente la señora afligida a Rogelio.

-¡Si  Hombre! ¿Que tiene doña?- respondió Rogelio con alegría.

-Frijoles y tortilla-

-Mmm no es mucha la diferencia con lo que siempre como pero…-

-¿queres o no queres?-

-Dele pues- acepto el flaco resignado.

 Seguía abril y el calor sofocaba en demasía, sumándole los olores que emanaban del riachuelo que se encontraba detrás de los Marín, y los pequeños vampiros no ayudaban a mejorar el ambiente.
 
Al mismo tiempo llegaron Don Marín y su hijo, no del mismo lugar pero si venían de rechazos.

-¿Cómo te fue Hombre? ¿Te dieron el trabajo?- interrogo nerviosamente doña Socorro.

-Nada, me dijeron que estaba muy viejo, no en esas palabras, pero sí de forma sutil - contestó frustrante el pobre don.

 -¿y vos? ¿Por qué no trajiste lo que te pedí?- se dirigió hacia el niño la decepcionada mujer.

- Es que no pedí fiado Mamá- Dijo tímidamente el niño.

-¿Por qué? ¡Te ordene que lo hicieras!-

-es que Doña Irma puso un rotulo que decía que para darle fiado a alguien tenía que tener 112 años y llegar con mi abuelo, ¿no habrá alguien que conozcas que sea así?

-¡que muchacho mas bruto!de tanto pelotazos que le dan- exclamo Don Marín- tengo hambre ¿Qué hay de comer?-

-Yo no sé para qué preguntas ¡bien sabes!- le increpo Doña Socorro.

-Esperando un milagro doña, te pregunto esperando un milagro, decime ¿Qué hay de comer?

 ¡SOLO HAY FRIJOLES HOMBRE!

FIN

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