Doña Socorro lavaba la ropa
de Don Marín, una camisa roja y pantalón de tela negro, se había convertido en
su uniforme los últimos cuatro años. Eran las mismas prendas todos los días, el
uniforme de escuela de su hijo, manchado de lodo, y en su cuballera blanca
tatuada de varias circunferencias con pequeños octágonos dentro. “A este
muchacho solo de portero lo ponen.”
Y en esa monotonía se fue
enero, Don Marín llegando a la casa solo para preguntar ¿Qué hay de comer? Y
Doña Socorro para responder: Huevos, plátano, tortilla y frijoles.
“Creo que tengo el estomago más aburrido, pero ni modo” pensaba Don
Marín, que llegaba preocupado porque en cualquier momento podría recibir la noticia indeseada, y eso constituía una tortura mental constante. Diariamente, sentado en una silla de catre en
frente de su casa, después de un día
tedioso en un trabajo realmente explotador, temía que el teléfono de la casa
sonara en cualquier momento como la trompeta que anuncia un apocalipsis
tenebroso para los pecadores sin redención. “Porque es seguro que van a llamar
si me corren, esos no van a dar la cara
para decirme algo así” se decía con actitud de resignación y amargura.
Llego febrero y él sabía que iba a suceder, y el hecho que no se lo
dijeran de una vez por todas lo ponían más nervioso, lo volvía loco porque
llegaba a esperanzarse de que al final no le quitaran su trabajo, pero era una
esperanza dañina, era mejor no tenerla. “Pero es seguro que me voy, si me
quedara ya me lo hubieran notificado.”
-¿Y porque no les preguntas hombre? Interrogaba doña Socorro al verlo
cavilar como una persona estreñida en el trono de porcelana.
-¡Y por qué crees! Si vos
fueras en un carro sin frenos, hacia un barranco, no acelerarías, apretarías el
freno desesperadamente, creyendo que quizá, por milagro o por a saber qué otra
cosa de esas que creen en tu pueblo, llegara a funcionar. Mejor decime ¿qué hay
de comer?
-Huevos, tortillas y
frijoles.-
El calor de marzo se hacía
presente, y don Marín, luego de recibir la muerte tácitamente anunciada en
forma de sobre que se deslizó debajo de
su puerta como un cuchillo que asesina ensartándose en la boca del estomago,
decidió ir al bar Tito Aguacate (infierno preferido de desempleados) lugar
donde se emborracho con lo más barato
que pudo conseguir, un bote de agua ardiente que se sentía como el vivo fuego del infierno
antes mencionado, se lo tomo como con sed de hombre perdido en el desierto, puro,
sin disfrazarlo, tratando de representar la dura y fuerte realidad que había
golpeado su vida en los últimos meses, y gritaba -¡Yo pensando que me iban a
llamar con el teléfono cortado, JA JA JA, igual no dieron la cara, ¡Cobardes!
¡Cobardes!
-Si hombre-respondió el amigo- es que solo tortillas con sal como ahora.
-No tienen con qué comer, pero si
con que beber ¡Semejantes pen!… - se vio interrumpida por un ronquido parecido
a un rugir de león con problemas de ira.
-¿queres comer?- pregunto de
forma prepotente la señora afligida a Rogelio.
-¡Si Hombre! ¿Que tiene doña?-
respondió Rogelio con alegría.
-Frijoles y tortilla-
-Mmm no es mucha la
diferencia con lo que siempre como pero…-
-¿queres o no queres?-
-Dele pues- acepto el flaco resignado.
Al mismo tiempo llegaron Don
Marín y su hijo, no del mismo lugar pero si venían de rechazos.
-¿Cómo te fue Hombre? ¿Te
dieron el trabajo?- interrogo nerviosamente doña Socorro.
-Nada, me dijeron que estaba muy viejo, no en esas palabras, pero sí de
forma sutil - contestó frustrante el pobre don.
-¿y vos? ¿Por qué no trajiste
lo que te pedí?- se dirigió hacia el niño la decepcionada mujer.
- Es que no pedí fiado Mamá- Dijo tímidamente el niño.
-¿Por qué? ¡Te ordene que lo hicieras!-
-es que Doña Irma puso un rotulo que decía que para darle fiado a
alguien tenía que tener 112 años y llegar con mi abuelo, ¿no habrá alguien que
conozcas que sea así?
-¡que muchacho mas bruto!de tanto pelotazos que le dan-
exclamo Don Marín- tengo hambre ¿Qué hay de comer?-
-Yo no sé para qué preguntas
¡bien sabes!- le increpo Doña Socorro.
-Esperando un milagro doña, te
pregunto esperando un milagro, decime ¿Qué hay de comer?
FIN
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