martes, 14 de enero de 2014

"El día después"

Ulises Cruz se levanto tarde un lunes 29 de Junio, a las 9:15, un día soleado, fresco por la mañana, normal en cuanto al clima. Ulises paso todo el domingo dormido y enfermo, a su edad de 43 años, su cuerpo ya estaba colapsando debido a su estilo de vida trasnochada. Su esposa lo corrió de la casa el jueves y desde ese día no supo hacer otra cosa que beber hasta ahogarse. En el séptimo día de la semana ya no tenía energías ni siquiera para abrir los ojos.

Se había  quedado en la casa de un amigo de colegio con el cual nunca perdió contacto. Mientras Ulises esperaba taxi para dirigirse a su trabajo, trataba de recordar si lo que soñó fue real o no. En el sueño, Luis, su caritativo compañero, intentaba levantarlo para anunciarle que golpearon a un tal Melaya.

Eureka! Encontró transporte, la espera irritante término, el calor húmedo ya lo tenía frustrado, y a un cuerpo como el de Ulises Cruz,  el estar esperando un buen rato de pie, ya le provocaba varios achaques.

Tenía una barriga muy visible que no concordaba con su composición física que siempre fue delgada, daba el aspecto de que estaba embarazado. Su pelo era limitado, se le podía ver la parte superior de la cabeza que la iluminaba el sol.

--¿a dónde va?—le pregunto el taxista, con la cara arrugada, que daba un aspecto realmente estresante—allá por el aeropuerto—respondió Ulises, que noto al conductor más molesto.

En el interior de carro se percibía un olor desagradable y muy fuerte, a pesar de que se había bañado con intensidad, el sabor a trago Tatascan que no se fugo de su boca, y al combinarlo con el olor estupefacto del taxi, le daba muchas nauseas. El chofer lo miraba como esperando a que Ulises iniciara una conversación, pero él es muy callado, le incomodaba hablar con desconocidos, por lo tanto el  piloto hablo primero.

--¿qué locura de ciudad va?—Ulises volteo a ver hacia otro lado con la intención de no devolverle la mirada—si hombe!! Siempre es lo mismo aquí—concordó el afligido Ulises con mucho desgano. Noto que el auto no tenia radio, lo más seguro es que se lo robaron, pues la caja donde se coloca estaba dañada como si la hubieran forzado. Esto enojaba mucho a Ulises, pues el silencio obligaba a una plática forzada.

-- y usted está de acuerdo con…-- en lo que terminaba la interrogante el conductor, se le atraveo repentinamente en el camino otro taxi de manera descarada, que causo un freno bastante fuerte que asusto a Ulises. – ¡qué barbaridad! Tenía que ser taxista !chanchos!—exclamo Ulises sin acordarse, por la cólera, que estaba siendo transportado por un taxi o como diría él ¡un chancho!

Ulises rápidamente cayó en la cuenta que su comentario estaba no solamente fuera de lugar, sino que era torpemente inapropiado, y si el ambiente ya era fastidioso, ahora lo sería ¡más!

--aquí déjeme—solicito Ulises, haciendo parar al taxi en un lugar un tanto alejado de su destino, pero no soportaba la cara furiosa del taxista que había sido insultado accidentalmente por él.

El calor a las 12 del mediodía era extremo, camino unos 100 metros, de repente paro y entro en un fuerte dilema, ¡era mediodía! Si el jefe lo miraba entrar a esa hora, lo despedía inmediatamente, sumándole el hecho de que el jueves y el viernes también llego tarde llevando consigo una penosa resaca.

Mientras tomaba una decisión, su consenso mental fue interrumpido por dos  jóvenes asaltantes, que curiosamente andaban bien vestidos y aseados, incluso más que Ulises. Sin mediar palabras uno de ellos empezó a revisarle los vaqueros, mientras el otro, de unos 28 años más o menos, apuntaba con un arma. El primer ladrón que aparentaba unos 19 años, despojo a Ulises de su cartera. — ¿Y el celular?—pregunto el joven muy encarado—no tengo—contesto un muy asustado Ulises, y no mentía. En la discusión que tuvo con su esposa, ella lo tomo de la mesa y lo lanzo con fuerza hacia él, Ulises lo esquivo y se quebró en pedazo contra la pared.

De la furia Ulises recibió un golpe en su ojo derecho, cayó estrepitosamente. En eso diviso a 4 policías que venían hacia él, los asaltantes también lo vieron y no dudaron en correr lo más rápido posible. Ulises se alegro al ver un acto que se da muy poco en una ciudad donde la policía suele ser muy displicente. Pero toda esperanza de que atraparan a los malosos se esfumo cuando los azules tomaron otra dirección, hacia una aparente manifestación bastante grande.

En lo que buscaba a los ladronzuelos por su cuenta, fue absorbido por los manifestantes que gritaban de todo, vestidos de rojo, casualmente también Ulises, que fue empujado y animado a gritar con ellos. Todo era tan confuso  y más lo fue cuando una bomba lacrimógena fue lanzada, produciendo una embestida de la multitud. Ulises corrió y tropezó 3 veces, en las 3 ocasiones fue ayudado por una mujer derramada en lagrimas, no se sabía si era por el humo o porque de verdad lloraba ante tanto altercado. Ulises agradeció el gesto y como recompensa quiso alejar del conflicto a la mujer, ya de unos 53 años, que no paraba de gritar por su hijo,--¡Carlos Augusto! ¿Qué te hiciste? ¡¡Carlos Augusto!!!—Eran gritos desgarradores--¿señora como es su hijo?—interrogaba desesperadamente pero ella no respondía. Ni modo, se dijo a sí mismo y salió en busca del tal Carlos Augusto, llamándolo como lunático. De pronto apareció un joven--¿Qué paso?— ¿vos sos Carlos Augusto?—le inquieto con esperanza. El asentó con la cabeza--¡te busca tu mama!—ante la mirada incrédula del tipo lo llevo en dirección a la señora.

--¡mire señora, aquí esta su hijo!—exclamo triunfante Ulises. La mujer aun llorando le replico--¡No muchacho, si mi hijo es un niño!—fue tanta la decepción y la ira de Ulises que le grito--¡hay señora quien lleva un niño a estos relajos!—le reprocho Ulises.

Eran las 3:07 cuando Ulises buscaba al niño, pero ya empezaba a resentir achaques de ese día inesperadamente movido. De la nada sintió un fuerte golpe en la espalda. Al ver quien había sido el agresor, su vista se nublo, solo vio una silueta azul, cayó entre desmayado y confundido, débil a la vez, sintió como lo montaban a una paila.

Al volver en sí, se encontró en el piso de un cuarto junto a otros 5 muchachos, en la puerta había un policía dándole con el tolete a un joven que maldecía a diestra y siniestra. Todos los que estaban ahí tenían los ojos inflamados, mas Ulises que recibió uno de tantos golpes en su ojo.

Eran las 7:07 y a Ulises aun no le daban su merecida llamada. Los policías, muy autoritarios en esa posta que años después seria cuestionada, no le creían cuando él les decía  que no tenía nada que ver con los alborotadores, pero estos solo sabían decirle— si andas de rojo en medio del relajo papa—Ulises no entendía nada.

Habían pasado 5 horas desde que estaba apresado, ya se estaba resignando al inevitable destino de tener que dormir ahí, escuchando a los muchachos quejándose de la brutalidad policiaca y sobre algo de que no dejarían que unos ‘’golpistas’’ se apoderaran del país. Pero no pudo saber más, pues cada vez que hablaban eran golpeados por un agente.

A las 11:50 entro un policía y su superior, a interrogarlos a todos. Ulises no podía creer lo que miraba, el subordinado policía, era el mismo que en ese mismo día asalto a Ulises con otro joven. Se cruzaron miradas con los ojos pelados y llenos de sorpresa. Ulises de tan impresionado que estaba, no pudo contenerse más. – ¡el me asalto hoy! ¡Lo juro, me asalto!—exclamaba por todos lados. El superior  miro con unos ojos muy acusadores al policía corrupto!

--Oí me vos, es la segunda vez que te denuncian, primero el taxista diciendo que vos le robaste la radio, ahora este pansa bolo dice que lo asaltaste—los otros muchachos en el cuarto tenían cara de querer decir tantas cosas, pero ya estaban cansado de los golpes.

Llevaron a Ulises a otro cuarto y lo sentaron—mira vamos hacer lo siguiente—se dirigió el comandante a Ulises—este bruto dice que te devuelve la billetera y te dejamos libre con la condición de que ahora te cambies el nombre a Calletano, sabemos que vivís cerca, que te mudaste hace poco con el Cholo—al decir esto el policía  miro a Ulises y después a su arma, amenazándolo  de forma no verbal. El solo quería irse a su casa, acepto el trato y lo liberaron. Al salir vio al taxista de la mañana, y pidió que lo llevara, que allá le pagaba ¡que aquí no mas era! pero él contestó—No, mejor busca un chancho que te lleve—se  arrepintió mil veces de haber dicho eso unas horas antes de que toda la locura empezara, su casa quedaba cerca pero sus pies le pedían la renuncia.

Llego caminando y muy cansado, entro a la  casa de su amigo “El Cholo”. Adentro estaba su esposa muy preocupada -- ¿dónde estabas Ulises?—débilmente respondió—no sabes qué día tuve vieja—y empezó a contar todo lo acontecido. Cuando termino, la esposa, con una  mirada fija en él y con el ceño fruncido le grito— ¿Y es que no te diste cuenta que hubo golpe de estado? ¡Ah! que Bolo más tonto este, ¡En qué mundo vivís!

FIN


0 comentarios:

Publicar un comentario