Ulises
Cruz se levanto tarde un lunes 29 de Junio, a las 9:15, un día soleado, fresco
por la mañana, normal en cuanto al clima. Ulises paso todo el domingo dormido y
enfermo, a su edad de 43 años, su cuerpo ya estaba colapsando debido a su
estilo de vida trasnochada. Su esposa lo corrió de la casa el jueves y desde ese
día no supo hacer otra cosa que beber hasta ahogarse. En el séptimo día de la
semana ya no tenía energías ni siquiera para abrir los ojos.
Se
había quedado en la casa de un amigo de
colegio con el cual nunca perdió contacto. Mientras Ulises esperaba taxi para
dirigirse a su trabajo, trataba de recordar si lo que soñó fue real o no. En el
sueño, Luis, su caritativo compañero, intentaba levantarlo para anunciarle que
golpearon a un tal Melaya.
Eureka! Encontró transporte, la espera irritante
término, el calor húmedo ya lo tenía frustrado, y a un cuerpo como el de Ulises
Cruz, el estar esperando un buen rato de
pie, ya le provocaba varios achaques.
Tenía
una barriga muy visible que no concordaba con su composición física que siempre
fue delgada, daba el aspecto de que estaba embarazado. Su pelo era limitado, se
le podía ver la parte superior de la cabeza que la iluminaba el sol.
--¿a dónde va?—le pregunto el taxista, con la
cara arrugada, que daba un aspecto realmente estresante—allá por el
aeropuerto—respondió Ulises, que noto al conductor más molesto.
En
el interior de carro se percibía un olor desagradable y muy fuerte, a pesar de
que se había bañado con intensidad, el sabor a trago Tatascan que no se fugo de
su boca, y al combinarlo con el olor estupefacto del taxi, le daba muchas
nauseas. El chofer lo miraba como esperando a que Ulises iniciara una
conversación, pero él es muy callado, le incomodaba hablar con desconocidos,
por lo tanto el piloto hablo primero.
--¿qué locura de ciudad va?—Ulises volteo a ver
hacia otro lado con la intención de no devolverle la mirada—si hombe!! Siempre
es lo mismo aquí—concordó el afligido Ulises con mucho desgano. Noto que el
auto no tenia radio, lo más seguro es que se lo robaron, pues la caja donde se
coloca estaba dañada como si la hubieran forzado. Esto enojaba mucho a Ulises,
pues el silencio obligaba a una plática forzada.
-- y usted está de acuerdo con…-- en lo que
terminaba la interrogante el conductor, se le atraveo repentinamente en el camino otro taxi de manera
descarada, que causo un freno bastante fuerte que asusto a Ulises. – ¡qué
barbaridad! Tenía que ser taxista !chanchos!—exclamo Ulises sin acordarse, por la
cólera, que estaba siendo transportado por un taxi o como diría él ¡un chancho!
Ulises rápidamente cayó en la cuenta que su
comentario estaba no solamente fuera de lugar, sino que era torpemente
inapropiado, y si el ambiente ya era fastidioso, ahora lo sería ¡más!
--aquí
déjeme—solicito Ulises, haciendo parar al taxi en un lugar un tanto alejado de
su destino, pero no soportaba la cara furiosa del taxista que había sido
insultado accidentalmente por él.
El calor a las 12 del mediodía era extremo,
camino unos 100 metros, de repente paro y entro en un fuerte dilema, ¡era
mediodía! Si el jefe lo miraba entrar a esa hora, lo despedía inmediatamente,
sumándole el hecho de que el jueves y el viernes también llego tarde llevando
consigo una penosa resaca.
Mientras tomaba una decisión, su consenso mental
fue interrumpido por dos jóvenes
asaltantes, que curiosamente andaban bien vestidos y aseados, incluso más que
Ulises. Sin mediar palabras uno de ellos empezó a revisarle los vaqueros,
mientras el otro, de unos 28 años más o menos, apuntaba con un arma. El primer
ladrón que aparentaba unos 19 años, despojo a Ulises de su cartera. — ¿Y el
celular?—pregunto el joven muy encarado—no tengo—contesto un muy asustado
Ulises, y no mentía. En la discusión que tuvo con su esposa, ella lo tomo de la
mesa y lo lanzo con fuerza hacia él, Ulises lo esquivo y se quebró en pedazo
contra la pared.
De la furia Ulises recibió un golpe en su ojo
derecho, cayó estrepitosamente. En eso diviso a 4 policías que venían hacia él,
los asaltantes también lo vieron y no dudaron en correr lo más rápido posible.
Ulises se alegro al ver un acto que se da muy poco en una ciudad donde la
policía suele ser muy displicente. Pero toda esperanza de que atraparan a los
malosos se esfumo cuando los azules tomaron otra dirección, hacia una aparente
manifestación bastante grande.
En lo que buscaba a los ladronzuelos por su
cuenta, fue absorbido por los manifestantes que gritaban de todo, vestidos de
rojo, casualmente también Ulises, que fue empujado y animado a gritar con
ellos. Todo era tan confuso y más lo fue
cuando una bomba lacrimógena fue lanzada, produciendo una embestida de la
multitud. Ulises corrió y tropezó 3 veces, en las 3 ocasiones fue ayudado por
una mujer derramada en lagrimas, no se sabía si era por el humo o porque de
verdad lloraba ante tanto altercado. Ulises agradeció el gesto y como
recompensa quiso alejar del conflicto a la mujer, ya de unos 53 años, que no
paraba de gritar por su hijo,--¡Carlos Augusto! ¿Qué te hiciste? ¡¡Carlos
Augusto!!!—Eran gritos desgarradores--¿señora como es su hijo?—interrogaba
desesperadamente pero ella no respondía. Ni modo, se dijo a sí mismo y salió en
busca del tal Carlos Augusto, llamándolo como lunático. De pronto apareció un
joven--¿Qué paso?— ¿vos sos Carlos Augusto?—le inquieto con esperanza. El
asentó con la cabeza--¡te busca tu mama!—ante la mirada incrédula del tipo lo
llevo en dirección a la señora.
--¡mire
señora, aquí esta su hijo!—exclamo triunfante Ulises. La mujer aun llorando le
replico--¡No muchacho, si mi hijo es un niño!—fue tanta la decepción y la ira
de Ulises que le grito--¡hay señora quien lleva un niño a estos relajos!—le
reprocho Ulises.
Eran
las 3:07 cuando Ulises buscaba al niño, pero ya empezaba a resentir achaques de
ese día inesperadamente movido. De la nada sintió un fuerte golpe en la espalda.
Al ver quien había sido el agresor, su vista se nublo, solo vio una silueta
azul, cayó entre desmayado y confundido, débil a la vez, sintió como lo
montaban a una paila.
Al volver en sí, se encontró en el piso de un
cuarto junto a otros 5 muchachos, en la puerta había un policía dándole con el
tolete a un joven que maldecía a diestra y siniestra. Todos los que estaban ahí
tenían los ojos inflamados, mas Ulises que recibió uno de tantos golpes en su
ojo.
Eran las 7:07 y a Ulises aun no le daban su
merecida llamada. Los policías, muy autoritarios en esa posta que años después
seria cuestionada, no le creían cuando él les decía que no tenía nada que ver con los
alborotadores, pero estos solo sabían decirle— si andas de rojo en medio del
relajo papa—Ulises no entendía nada.
Habían pasado 5 horas desde que estaba apresado,
ya se estaba resignando al inevitable destino de tener que dormir ahí,
escuchando a los muchachos quejándose de la brutalidad policiaca y sobre algo
de que no dejarían que unos ‘’golpistas’’ se apoderaran del país. Pero no pudo
saber más, pues cada vez que hablaban eran golpeados por un agente.
A las 11:50 entro un policía y su superior, a
interrogarlos a todos. Ulises no podía creer lo que miraba, el subordinado
policía, era el mismo que en ese mismo día asalto a Ulises con otro joven. Se
cruzaron miradas con los ojos pelados y llenos de sorpresa. Ulises de tan
impresionado que estaba, no pudo contenerse más. – ¡el me asalto hoy! ¡Lo juro,
me asalto!—exclamaba por todos lados. El superior miro con unos ojos muy acusadores al policía
corrupto!
--Oí me vos, es la segunda vez que te denuncian,
primero el taxista diciendo que vos le robaste la radio, ahora este pansa bolo
dice que lo asaltaste—los otros muchachos en el cuarto tenían cara de querer
decir tantas cosas, pero ya estaban cansado de los golpes.
Llevaron a Ulises a otro cuarto y lo sentaron—mira
vamos hacer lo siguiente—se dirigió el comandante a Ulises—este bruto dice que
te devuelve la billetera y te dejamos libre con la condición de que ahora te
cambies el nombre a Calletano, sabemos que vivís cerca, que te mudaste hace
poco con el Cholo—al decir esto el policía
miro a Ulises y después a su arma, amenazándolo de forma no verbal. El solo quería irse a su
casa, acepto el trato y lo liberaron. Al salir vio al taxista de la mañana, y
pidió que lo llevara, que allá le pagaba ¡que aquí no mas era! pero él contestó—No,
mejor busca un chancho que te lleve—se
arrepintió mil veces de haber dicho eso unas horas antes de que toda la
locura empezara, su casa quedaba cerca pero sus pies le pedían la renuncia.
Llego caminando y muy cansado, entro a la casa de su amigo “El Cholo”. Adentro estaba
su esposa muy preocupada -- ¿dónde estabas Ulises?—débilmente respondió—no
sabes qué día tuve vieja—y empezó a contar todo lo acontecido. Cuando termino,
la esposa, con una mirada fija en él y
con el ceño fruncido le grito— ¿Y es que no te diste cuenta que hubo golpe de
estado? ¡Ah! que Bolo más tonto este, ¡En qué mundo vivís!
FIN