viernes, 18 de abril de 2014

¡Gracias Gabo!

Hace algunas semanas fue trasladado al hospital por problemas respiratorios, y desde ese momento se pudiera pensar que iniciaba una crónica de su muerte anunciada, pero lo cierto es que un autor como Gabriel García Márquez será inmortal al mas puro estilo de su realismo mágico. 

Recuerdo cuando apenas a mis doce años comenzó esa ansiedad dulce por comenzar a leer, y por ahí, en algún rincón empolvado encontré "Crónica de una muerte anunciada". Solo pude leer quince paginas, no entendía nada, y ya se me había advertido lo confuso que me podía resultar. Quizá mi mente necesitaba mas conciencia, mas vivencia o mas historia, no se, lo cierto es que aun no estaba listo para leer a Gabo. 

Coquetee con la literatura durante toda mi pubertad sin lograr conquistarla. Ni siquiera en los controles de lectura, donde mi profesora me presentaba bellezas literarias, que yo, en mi inmadurez, era débil en cortejarlas y terminaba por ignorarlas. 

En mi ultimo año de colegio tuve un catalizador; un profesor joven, quien vestía al estilo brit-pop de los noventa. Bastante bohemio, de esos intelectuales raros de ver. Un día  preguntó a la clase el significado de la literatura. Todos dieron diferentes respuestas, claro, unas parafraseaban a otras, estaban las que rozaban la definición de los diccionarios y estaban las mas ridículas que ocasionaban en el interior de la mente del excéntrico catedrático alguna risa de decepción. 

Jamas olvidare lo que nos dijo cuando nos dio su definición personal de la literatura: Un vicio. Si, un vicio, de los buenos, o mejor dicho de los sanos, porque debo admitir que algunos de los insalubres me parecen buenos a su manera. Entonces me hice la pregunta ¿que es lo que tienen los libros para llegar a enviciarse a ellos?. En mi primer año de Universidad, como tarea debía leer 100 años de soledad, y al terminar de leerlo, esa pregunta fue finalmente contestada.  

Hoy en día he leído 5 libros de Gabo, y voy por el sexto. Si, los libros desde esa tarea, pasaron a ser mi vicio. Pase de leer esporádicamente a hacerlo constantemente. Ahora pienso que las mejores obras son aquellas que tienen de todo, y que de ese "de todo", nada parece estar de sobra. 100 años de soledad es uno de esos libros donde pasa de todo, y eso te maravilla cada vez mas, no solo cuando pasas la página, sino también cuando lo vuelves a leer. Para mi es un libro que cuenta la historia de latinoamerica. Porque a pesar de que Macondo es inspirada en su tierra natal Aracataca, todo cuanto sucede allí en su obra, es un reflejo de lo que ha acontecido en este mítico continente; La soledad que nos embarga, los amores fríos, las guerras políticas, etc. 

Una gran ayuda para reflexionar acerca de Latinoamerica, ademas de leer 100 Años de soledad, es escuchar el discurso "La soledad de América Latina" que dio cuando recibió el nobel a la literatura en 1982. En él, nuestra querida Tegucigalpa no se escapa de ser mencionada por el Colombiano; al decir que la estatua de Francisco Morazán ubicada en la Plaza Mayor, es en realidad la del mariscal Michel Ney del ejercito de Napoleón, comprada en París en algún polvoso deposito de estatuas usadas (seguido de eso hubieron risas en el público). Si, Honduras desde esos tiempos, y tal vez desde siempre sufre de la soledad de la cual a Gabo no se le olvidó señalar.

Es, probablemente, el autor mas importante de la literatura hispanoamericana, y de él se dicen tantas cosas; desde el puñetazo que Vargas Llosa le propinó (y que por cierto calificó con un 20 su copia de 100 años de Soledad), hasta su amistad controversial con Fidel Castro, pero sin lugar a dudas, después de su muerte, la mejor forma de hacerle tributo y de recordarlo es la que Isabel Allende propone, "En vez de llorarlo debemos seguir leyéndolo". 

Yo no solo me envicie, también me enamore de la literatura y de la mejor forma, leyendo a Gabriel García Márquez, por eso le doy gracias, ¡gracias Gabo!, a quien hasta antes del jueves santo, guardaba la ilusión de conocerlo, esa ilusión similar a la del coronel esperando su pensión. 


viernes, 11 de abril de 2014

Lo absurdo normalizado.

Y nunca es extraño ver en esta ciudad escenas absurdas, 
como un músico en la calle cuyo violín pide limosnas a oídos indoctos, 
o un hombre pintado de gris, simulando ser estatua para entretener a estatuas que pretenden ser hombres, 
o el beodo del barrio en silla de ruedas pidiéndome dinero creyendo que no lo he visto caminar. 

Lo raro en las calles es lo normal,
la paranoia en los rostros se ha convertido en la única expresión facial, 
el clima es caliente, pero las miradas son las más frías, 
y los únicos saludos entre los conductores son para sus madres. Usual. 

También abunda por todos lados la carencia de autenticidad,
el individuo se le ve a una velocidad tremenda en la carrera hacia la originalidad,
fuma un cigarro, toma un trago fino, y mientras escucha música clásica,
lo asalta la angustia al darse cuenta que se esfuerza demasiado. 

Que decir del arrogante que sabe pero no entiende, 
del que entiende pero no emplea, en la ciudad de lo absurdo,
donde se respira irrelevancia, lo trivial para llevar por favor.  
Aquí nadie toca fondo estando en él.

En esta ciudad nadie termina siendo feliz porque todos luchan por ignorar el sufrimiento, por normalizar lo absurdo.
                                                                 




jueves, 3 de abril de 2014

Paranoia

Las casualidades dejan de ser una probabilidad, esa sombra detrás de la tuya no es amigable a pesar de compartir la misma dimensión mística. Caminas aumentando la velocidad y las gotas de sudor, arrepintiéndote de no haberte tardado un poco mas antes de salir. Maldita paciencia que se ausenta en aquellos intervalos que de vez en cuando se escapan del infierno. Se acerca, decides disminuir el frenetismo de tus movimientos, piensas en las exageraciones, conjeturas absurdas (al rato no) ilusiones creadas por algún lóbulo temeroso. Vuelves a sentir el escalofrío, de esos que anuncian presencias malintencionadas. El aura es negativo y frío, frío en la espalda, a estas temperaturas debe ser aliviante, pero no lo es, no siempre el agua elimina la sed, a veces las pastillas soporíferas no aniquilan el insomnio, ni a los niños les divierte tanto el nuevo juguete. No, a veces el remedio sale peor que la enfermedad, o se vuelve el virus mismo. 

Te haces a un lado, pasa de largo, y lo ves, temblando, bañado en sudor, igual que tu él respira aliviado, ya que no apresuró su paso para hacerte daño ni tu disminuiste el tuyo para lastimarlo. 



martes, 1 de abril de 2014

Ya no lo hace.

Odiaba el olor a cigarro por la mañana, es algo ofensivo para mi, y ella aun lo hacía.
También condene esa manía de pedirme favores justo en el momento que mis gluteos se hunden alegremente en el sofá, y ella aun lo hacía.

Pero lo que ya no hace esa amarme, no, ya no lo hace.

En el éxtasis musical de mi canción favorita, le bajaba el volumen al equipo provocando una ira apenas contenida contra ella y el locutor que rara vez reproducía esa melodía. Y ella siempre lo hacía
Asimismo el café de la tarde que yo preparaba dos horas antes, y que, con gran entusiasmo colocaba mi libro, sacaba mis taza que llevaba un dibujo de Abbey Road (taza predilecta) solo para darme cuenta que lo único restante en la cocina era el aroma y la azúcar derramada. Y ella siempre lo tomaba.

Pero lo que ya no hace es amarme, no, ya no lo hace. café amargo por favor.