Un café por favor,
sin azúcar, amargo es el rencor,
sin leche, negro es el dolor,
caliente, de odio es el vapor.
Un sorbo desesperado,
me recuerda los besos robados,
la taza de regalo de cumpleaños,
y tu cuerpo en sueños inundados.
Ella siempre lo pedía con cremora
o con leche condensada, si estaba en demora,
sin embargo, se volvió tosca, lo pedía mas cargado,
el insomnio estaba siempre asegurado.
Ella fue prefiriendo el café cubano,
yo siempre estuve con el aroma colombiano,
y luego de haber saboreado en sus labios el napolitano,
con el de mi tierra, solo me he quedado.
Por el resto de mi vida, me serviré el mas aguado,
me lo tomare sin gracia, y tal vez con guaro,
soy un adicto a la cafeína, (algunos dirán que un borracho),
por el desamor y sus agrios ratos.