Le entregue la carta a
mi amigo, que jugaba el rol de la paloma mensajera en esta historia. Los
nervios se intensificaban desde el momento que no miraba ya el escrito, que se
embarcaba en una importante misión, una aventura peligrosa. ¿El objetivo? Tocar
el corazón de Alicia, la hermosa Alicia, una Alicia que a diferencia del cuento
me hacía a mí vivir en las maravillas al verla sonreírme sin motivo que
conozca.
Pero las cosas no
resultaron como yo esperaba. Alicia me mando a decir que no sea un cobarde, que
si tenía algo que decirle, que fuera de frente. Ese es un problema. ¡Lo que se
me dificulta hablar de frente! Es una tortura; el estomago se encoge, el sudor
invade como si terminara de jugar el partido de fútbol de mi vida, bajo la
mirada, mi voz disminuye decibeles hasta
parecer que habla una hormiga.
No pude. Cierto era que
si planeaba enamorarla tenía que hablarle, pero me molestaba demasiado el hecho
que ni siquiera abrió el sobre (pensé que el sobre le haría pensar que soy
distinguido y formal). Pero no, ignoro el escrito lleno de prosa poética de mi
autenticidad, no sé si sea buena o pésima, pero me dolió porque no la escribí
yo, la escribió mi corazón. Y todavía el sufrimiento fue peor, atroz, cuando un
chisme me relató que Rodrigo enamoró a Alicia utilizando la tecnología de
avanzada. A esto, me refiero claramente, al tan famoso Watsapp. Y ya sé que dirás tu querido lector, que mi
error fue no hablarle cara a cara, que seguramente Rodrigo lo hiZo. Pero es que
simplemente no pude soportar que ella rechazara las artes que emplee, y no
estaba dispuesto a pasar por la disminución de mi estomago, el sudor abrumador,
las dos barras de volumen de mi voz, no, no estaba decidido a enamorarla de
frente si mi poesía, por culpa de ella, había terminado en forma de pelota en
un basurero.