martes, 31 de diciembre de 2013

Cartas en los tiempos del Watsapp

Le entregue la carta a mi amigo, que jugaba el rol de la paloma mensajera en esta historia. Los nervios se intensificaban desde el momento que no miraba ya el escrito, que se embarcaba en una importante misión, una aventura peligrosa. ¿El objetivo? Tocar el corazón de Alicia, la hermosa Alicia, una Alicia que a diferencia del cuento me hacía a mí vivir en las maravillas al verla sonreírme sin motivo que conozca.

Pero las cosas no resultaron como yo esperaba. Alicia me mando a decir que no sea un cobarde, que si tenía algo que decirle, que fuera de frente. Ese es un problema. ¡Lo que se me dificulta hablar de frente! Es una tortura; el estomago se encoge, el sudor invade como si terminara de jugar el partido de fútbol de mi vida, bajo la mirada, mi voz disminuye decibeles hasta  parecer que habla una  hormiga.

No pude. Cierto era que si planeaba enamorarla tenía que hablarle, pero me molestaba demasiado el hecho que ni siquiera abrió el sobre (pensé que el sobre le haría pensar que soy distinguido y formal). Pero no, ignoro el escrito lleno de prosa poética de mi autenticidad, no sé si sea buena o pésima, pero me dolió porque no la escribí yo, la escribió mi corazón. Y todavía el sufrimiento fue peor, atroz, cuando un chisme me relató que Rodrigo enamoró a Alicia utilizando la tecnología de avanzada. A esto, me refiero claramente, al tan famoso Watsapp.  Y ya sé que dirás tu querido lector, que mi error fue no hablarle cara a cara, que seguramente Rodrigo lo hiZo. Pero es que simplemente no pude soportar que ella rechazara las artes que emplee, y no estaba dispuesto a pasar por la disminución de mi estomago, el sudor abrumador, las dos barras de volumen de mi voz, no, no estaba decidido a enamorarla de frente si mi poesía, por culpa de ella, había terminado en forma de pelota en un basurero.